Albor Úngaro en el recuerdo de Tulio Ortiz

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Por Tulio Ortiz.

Conocí al doctor Úngaro a fines de la década del 50 cuando cursaba en tercero del Nacional. Era profesor de la reciente Educación Democrática, en 1958 más precisamente.

De poca estatura física, voz clara y agradable, de inmediato cautivaba con su facundia y la claridad de sus conceptos. No pretendía imponer sus ideas y solo alguna leve ironía corregía al alumno que no comprendía. Se estudiaba por el libro de Alfredo y Eric Calcagno  y sus apuntes.

Tanto mis compañeros como yo lo veíamos con ese respeto que logra el profesor que excede el promedio que nos rodeaba. Era el referente inevitable y fue paño de lágrimas de muchos.

Aconsejaba leer libros como “La Evolución de las ideas argentinas” de Ingenieros (a quien admiraba) y “Entre la libertad y el miedo” de German Arciniegas”. Cuando manifesté interés lo trajo en la clase siguiente y me lo prestó. Desde luego lo leí en aquel octubre de 1958. Fue el primer caso, por mi conocido, de un profesor que prestara sus libros. Creo que el único.

Es decir, un Maestro, con mayúscula.

Un año antes, al ingresar a un evento en el Palacio Municipal de Mercedes, nos habíamos encontrado con el recordado Oscar Echaire. Le pregunté quien hablaba y me contestó “Albor Úngaro. Si este hombre entrara en política le pasaría el trapo a más de un politiquero que anda suelto”. Tenía razón. Lamentablemente no ingresó.

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Cuando organizamos con Tito San Martin (luego Presidente de la Suprema Corte de Buenos Aires) en enero del 59, el acto en apoyo a la Revolución Cubana, triunfante sobre la dictadura de Batista, lo fuimos a ver para invitarlo a ser orador principal. Vivía en un (por entonces) curioso edificio de varios pisos, en la 24 al fondo. Era raro porque en esos tiempos no los había (salvo el del Tokio de 25 y 24 que fue el primero y que privó a Mercedes del tradicional bar que hoy seria lugar histórico visitado por turistas extranjeros).

Nos recibió en su pequeño departamento, donde vivía con, a la sazón su esposa. Nos escuchó y nos dijo, palabras más, palabras menos: “Yo hablaría, pero al otro día me dejarían cesante de Tribunales” (donde era Secretario del Fuero). Nos fuimos muy tristes y decepcionados. Mucho más adelante lo entendí, como comprendí las mezquindades y pequeñeces predominantes.

Albor Úngaro no era de trato fácil. Decía lo que pensaba y ello le costó no pocas antipatías. No hacia demagogia con sus alumnos ni con nadie. Murió fiel a una consigna que mantuvo toda su vida.

Los que leíamos “La Hora”, dirigida por el hoy, lamentablemente, olvidado Raúl Ortelli,  sonreíamos con un personaje llamado “Don Belindo” que en verso describía  con ironía y sutileza (muy de Anatole France), a las circunstancias políticas, sociales y costumbristas. Hace poco le pedí que las recopilara y  publicara en un tomo y quedó en hacerlo. Ojala no se hayan perdido.

Cuando terminamos tercer año le regalamos una foto del curso con todas las firmas al dorso. Yo las recolecté casa por casa, en mi bicicleta, y se la lleve al edificio de la 24. Me la agradeció sin mayores efusiones. Así era.

Albor Ungaro, no solo fue Magistrado y Profesor sino también poeta, artista plástico, escritor de obras históricas en verso o en prosa, investigador de fósiles, diseñador de marcos artísticos, etc. Quizá el personaje culturalmente más completo del Mercedes de la época de oro. Con José Bonaparte, Raúl Ortelli, Luis Cané, Juan Marín, Juan Arnaldo Pisano, Rodolfo Capaccio, Aníbal Cueto, Ítalo y Octimio Landi, David Lennard y otros que constituyeron una pléyade difícil de repetir.

Cursó la primaria en la Escuela No.7 cuando era  Directora, nada menos, que Josefina Farioli de Siri y fueron sus maestras figuras de la talla de Elena Morando de Lasala, en la época del gran magisterio mercedino. Tuvo compañeritos como “Mickey” Morrow y Jorge Rafael Videla ( por cuya familia siempre conservó un gran cariño), vecino de “enfrente”, allá en la 29 entre 14 y 16, donde Albor vivía en una casona pegada al ACA, que hoy no está, y que lucía, adelante, la Sastrería Úngaro, de su padre.

Luego llegaría el Nacional y la Universidad de La Plata, donde se graduó de abogado, mientras trabajaba de telefonista nocturno, en la Union Telefónica.

Hace muchos años se constituyó, como decía don Miguel Dulevich, en unos de los “mercedinos exilados en Buenos Aires”, frase que Úngaro solía repetir frecuentemente.

Fue profesor de grado y posgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Siempre en su especialidad, Derecho Penal.

Estaba escribiendo  un libro dedicado a la Justicia, retomando el estilo de Don Belindo. Me pidió que lo viera ni bien concluyera el borrador. No pudo ser.

Cuando, en 2010, cumplimos las Bodas de Oro fue uno de los invitados especiales (junto con los profesores Pedro Loré y Ariel Dulevich Uzal ). Revivimos en una clase evocativa y nos sacamos la foto en el hall del querido Nacional (a quien encontramos triste, mustio y decaído).

El 27 de Mayo, (había cumplido 90 hacia poco), hizo su última aparición pública en un acto en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Su discurso estuvo a la altura de sus antecedentes. Cautivó al auditorio con su estilo galano, ameno y profundo. Dijo cosas que tengo muy presentes. Vendía salud y nada hacía presagiar su partida. El 11 de agosto lo llamé por teléfono. Me contó lo que estaba atravesando. Nos despedimos naturalmente, aunque sabíamos lo que se avecinaba.

Mercedes debe hacer un gran  homenaje a uno de sus hijos dilectos. Al menos, una calle o una plaza deberían tener su nombre.

A pedido de “Hoy Mercedes” envío, con todo gusto, esta modesta contribución a su memoria. Pinceladas de un Mercedes que hoy parece remoto y que tuvo el inmenso privilegio de contar con uno de sus hijos más preclaros, Albor Úngaro.

 

 

COMENTARIOS

Comentarios

4 comentarios en «Albor Úngaro en el recuerdo de Tulio Ortiz»

  1. Comparto plenamente sus palabras por lo justas , sentidas y austeras.He tenido el privilegio de tenerlo muy cerca toda mi vida lo despido con un inmenso dolor .
    Le agradeceré me tenga al tanto de los homenajes que se le rindan en Mercedes.

    1. Señor Rodolfo Ungaro.
      Ha pasado mas de un año del fallecimiento del Dr. Albor Ungaro y, por lo que tengo entendido, no se ha realizado ningun acto significativo en su memoria.
      Me gustaria conectarme con usted.
      Mi email es tuliortiz@gmail.com
      Lo saludo con el mayor afecto y respeto.

  2. Estimado doctor Ortiz: por supuesto lamento la desaparición del doctor Ungaro. Muy emotivas y exactas páginas. Las ciudades están obligadas moralmente a recordar a hijos notables. Sentido abrazo de Mario Resnik.

    1. Gracias, Mario.
      Ha pasado un año y nadie se acordó significativamente, en forma publica, del recordado doctor Úngaro.
      Es lamentable.
      Un abrazo y gracias nuevamente.

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