El Alma de Adelina

Por Oscar Dinova – El pasado Jueves 6 de Octubre por la tarde, nos convocamos un grupo de familiares y amigos en torno a los canteros centrales de la Plaza de Mayo para esparcir las cenizas de Adelina Alaye, madre fundadora de La Plata. Fue una ceremonia sencilla, profunda, sin estridencias ni vociferaciones.

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Sólo el recuerdo vivo, tierno, de quien comenzó siendo una mamá que buscaba a su hijo y terminó siendo un estandarte de la lucha de los derechos humanos con un perfil riquísimo y diverso. Creó el Archivo de la Memoria, gráfico y fotográfico, que hoy es reconocido por la Unesco, contribuyó a la concreción de los Juicios por la Memoria que hicieran de puente entre la impunidad de los ´90 y los posteriores juicios condenatorios. Colaboró en la búsqueda de los restos de innumerables personas, -entre las que está la mercedina Estela Bojorge, así como el hallazgo de nietos perdidos, dio un testimonio persistente e inquebrantable de la tenaz y abnegada lucha, que junto a otras personas, construyeron en pos de una justicia reparadora y sin atisbo alguno de venganza.

Por mi parte pude, agradecerle, en nombre de los que le debemos la vida y evocarla como una persona común que el destino llevó a realizar cosas fuera de lo común. Maestra y Directora de escuelas públicas, acudió en nuestra ayuda cuando la barbarie le arrebató a su querido hijo y a una cantidad incontable de sus amigos. Nunca esgrimió un reproche, una queja, ni el más mínimo resquemor. Mantuvo la calma en medio de una tormenta feroz de muerte y persecución y apeló a su experiencia de vida y de trabajo para llevar a un lugar seguro a nuestro pequeño grupo de sobrevivientes, que intentaba salir del país y obtener el refugio político.

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En medio de los preparativos, que Adelina lideraba, de complejos papeles y documentos necesarios para cruzar la frontera, de aquel furtivo viaje a Brasil, -que hizo junto a nosotros,- miró mis magullados zapatos y mirándome a los ojos, me dijo severamente;

¿Oscar, vos pensás tomar el colectivo así?

¿Así cómo Adelina?

¡Con esos zapatos tan feos y desprolijos!

Fuimos hasta la Plaza de Mayo y sin dejar de observarme por un solo instante, procedí a lustrarme los zapatos por primera y única vez en mi existencia. Hoy, yo, mis amigos, nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos, estamos aquí. Tratando de honrar la vida que fue protegida por el alma inquebrantable de Adelina.

Un alma que, desde ayer, revolotea en esa misma Plaza que la vio dar vueltas, una Plaza que está por siempre impregnada de voces que reclaman, pero también enarbolada de banderas de la Patria que celebran una democracia de más de 30 años.

Descansa en paz, Ade!!

Te lo tienes bien merecido.

 

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