En defensa de la Educación pública – Por Santiago Révora

Por Santiago Révora, diputado provincial

La contundente movilización que protagonizaron 400 mil maestros este miércoles refleja tristemente su angustia y sus urgencias, pero es también una maravillosa muestra de conciencia colectiva y fuerza popular («Un maestro luchando también está enseñando») para pedirle al gobierno de Mauricio Macri y de la Alianza Cambiemos, una vez más, que cambie el rumbo de sus políticas económicas y sociales. Y antes, más sencillo: que cumplan con la ley y llamen a una paritaria nacional docente.
Pocas veces, en la historia de la democracia argentina, un gobierno ha desarrollado una campaña de desprestigio de una lucha sindical genuina como en esta de los maestros. La estrategia discursiva, la politización del conflicto, la persecución, la utilización de los chicos, el intento canallesco de poner a parte de la sociedad en contra de los docentes… todo se derrumbó como un castillo de naipes con otra revelación de Macri. La mentira tiene patas cortas: «Hay inequidad entre los que pueden ir a la escuela privada y los que tienen que CAER en la pública». Eso cree este gobierno de la educación pública y gratuita. La asfixia salarial a los docentes es un eslabón del disciplinamiento.
En poco más de un año, el gobierno nacional pasó de prometerles en campaña «el sueldo y el respeto que se merecen» a este destrato inédito. «Cambiamos futuro por pasado», dijo la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, el dìa de su legítima victoria. En perspectiva, aquello no parece un error sino más bien un acto fallido.
En 15 meses de gobierno de Macri y la Alianza Cambiemos se perdieron cientos de miles de puestos de trabajo. Se cerraron fábricas, comercios, pequeñas y medianas empresas. Se asestó un golpe letal a muchos de los sectores productivos con la apertura indiscriminada de importaciones y los aumentos brutales en los servicios públicos esenciales. Todos los días hay despidos, suspensiones, vacaciones adelantadas. Todos los días se empeora la vida de miles de argentinos. Todos los días se los empobrece o directamente se los excluye. Todos los días se les recorta su capacidad adquisitiva: llegar a fin de mes volvió a ser, para gran parte del pueblo, un desafío desesperante.
El rompecabezas de este plan sistemático de destrucción del empleo y avasallamiento sobre los derechos conquistados, de esta intención de reducir al Estado a la figura de un espectador del derrumbe, se completa con las intenciones manifiestas de dinamitar las negociaciones paritarias, realidad de la que el conflicto de los maestros es botón de muestra. Resulta inevitable recordar las palabras del ex ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay a inicios de 2016: “Cada sindicato sabrá dónde le aprieta el zapato y hasta qué punto puede arriesgar salarios a cambio de empleos”. O, más atrás en el tiempo, del propio Mauricio Macri: “Hay que bajar los costos. Y los salarios son un costo más”.
El espejo nos devuelve hoy un presidente más parecido al Macri de entonces que al Macri de campaña preelectoral, con promesas de “pobreza cero”, “derechos inalterables”, “salarios con dignidad”, “generación de empleo genuino”, “eliminación del impuesto a las ganancias”, “institucionalidad”, “unión de los argentinos” y una serie interminable de propuestas que, a juzgar de los hechos, se quedaron solamente en eso: palabras. Conservar este rumbo es consumar el engaño, y entonces sí saldrá a la luz el germen de la trampa: haber pedido un cambio cuando Macri seguía siendo el mismo.
Porque ese es, en definitiva, el reclamo angustiante de los miles de maestros de hoy y en nombre de otros tantos: no fue este el camino prometido. Una voz unánime y desesperada con un mensaje simple, fácil de entender: lo votaron

para estar mejor. No para este tragedia cotidiana en la que convirtieron la vida de millones de argentinos.

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