El clima en Buenos Aires en el año 2050 será como el de Sydney

Por Cristián Frers* – Si nada lo impide, el mundo se dirige irremediablemente a un escenario apocalíptico. Nada parecen importar las advertencias que la comunidad científica lleva observando desde hace décadas, ni el incremento del nivel de los océanos, ni el aumento alarmante de las temperaturas, ni la tala indiscriminada; mientras se sigan ignorando las iniciativas de protección medioambiental, el ser humano está condenado a propiciar su propia extinción.

El mundo tiende hacia la homogeneización tropical, mientras que el trópico se secará tanto que sus principales ciudades tienen un destino incierto. A medida que las emisiones de gases de efecto invernadero continúen aumentando, en medio de una gran cantidad de sequías, inundaciones y grandes tormentas, agravadas por el aumento del nivel del mar, existe una creciente aprobación política de que el cambio climático representa un riesgo futuro para miles de millones de personas.

En 2.050, cuando el 70% de los habitantes del mundo sean urbanos, la quinta parte de las ciudades tendrán «condiciones climáticas nunca vistas», según un estudio de la universidad de ciencia y tecnología ETH Zurich, de Suiza

Se analizaron las condiciones climáticas actuales de las ciudades -como lluvias y variaciones en las estaciones- y proyectaron qué sucedería si la temperatura global aumentará otro 0,5ºC, y se acercase así al objetivo menor, que se fijó en 2.015 en el Acuerdo de París en 1,5ºC. El resultado reveló que las ciudades tendrán condiciones climáticas que actualmente no se dan en ninguna de las más importantes urbes-

Hoy por hoy, el clima de la ciudad de Sydney es subtropical, húmedo, con veranos suaves e inviernos algo fríos. Las precipitaciones no son muy frecuentes pero -cuando llueve, lo hace de manera intensa-. Su proximidad al mar hace que el clima sea moderado aunque en verano la sensación de calor puede resultar más alta debido a la humedad.  Pensar que las temperaturas pueden variar, en función de las zonas, no es lo mismo que vivir cerca del mar en el oeste de Sydney.

El tema es que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el 2.050, no tendrá el influjo del mar como sí lo tiene la Ciudad de Sydney. La temperatura máxima del mes más cálido se incrementará por  2,4ºC, lo que resultará en un cambio medio anual de 1,1ºC. Es un cambio en las condiciones climáticas que probablemente aumentará el riesgo de inundaciones y sequías extremas.

Muchas ciudades, especialmente en las naciones más pobres, enfrentan desafíos importantes, que incluyen crecientes poblaciones en barrios marginales que carecen de servicios básicos y son cada vez más propensos a sufrir desastres climáticos.

El cambio climático se sitúa en el epicentro del problema. Sin embargo, la considerable reducción de agua potable, la contaminación del aire, la presencia cada vez más apremiante de plásticos en océanos y en mares, los cambios de ecosistemas, el derretimiento de los polos o la sobrepesca son otros temas alarmantes.

El agua, como todos los recursos que nos proporciona la Tierra, es finita: las reservas de agua dulce en el planeta, presente en acuíferos, ríos, lagos o glaciares, se están reduciendo a un ritmo preocupante y ya comienzan a secarse bajo tierra. La desertificación no solo influye (y, a menudo, destruye) un ecosistema concreto, sino que también tiene una incidencia directa en el resto del planeta: sin amplios bosques, no se generan lluvias y, sin lluvias, no se generan zonas verdes.

La Tierra pierde cada año 15.000 millones de árboles, lo que se traduce en millones de hectáreas de tierra fértil, que acabarán secándose. El problema es que bajo el suelo yermo también desaparecen caudales subterráneos de agua que actualmente abastecen a buena parte del planeta. Y, si se cumplen las previsiones, de los 7.300 millones de gargantas humanas que a día de hoy calman su sed gracias a estas reservas de agua, pasaremos a 11.000 millones en  2.050. Por eso, si no se toman medidas urgentes, es probable que la escasez sea una realidad en lugares que hoy en día disfrutan de abundante líquido potable.

Si no hacemos nada, las temperaturas serán cada vez más extremas hasta que llegará el día en que todo lo que vemos será un paisaje totalmente desértico, sin ningún tipo de vida inteligente, sin vegetación y plagado de cucarachas pues serán los únicos animales capaces de soportar el nuevo clima.

En síntesis, se vivirá con más calor, en una  aridez más intensa y lluvias y fenómenos como ciclones y monzones más pronunciados. Son condiciones desconocidas.

*Cristián Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista).

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