Una tarde con mi vecino José Bonaparte

Por Pablo Sana* – Dicen que la mejor forma de ocultarle algo a un hombre es poniéndoselo delante. En el 2010 –creo- estuve cerca de un año buscando a José Bonaparte. Tenía ganas de conocerlo y saber lo que significaba ser Ciudadano Ilustre a través de sus protagonistas. Luego de un año de buscarlo, me desayuno que vivía enfrente de mi casa, en la calle 19.

Desde ese momento muy esporádicamente fui tratándolo como lo que era, ante todo, un vecino más de mi cuadra. Pero con el tiempo fui vislumbrando el significado que era en el barrio, en la ciudad, donde en algunos artículos aparecía “como el misterioso vecino que iba todas las mañanas a barrer la vereda de la Biblioteca Sarmiento”, y tantas cosas más.

Cada uno que llegaba a su puerta era observado por toda una comunidad que lejos de ser curiosa -¿chusma?- usaba esa forma para procurar cuidarlo.

En un país que no tiende a reconocer el estudio y el conocimiento en su punto correcto, José se destacó en un campo que no suele brillar fuera de su propio ámbito como es la paleontología. Su casa llena de maquetas y esquemas y fotos y huesos viene a mi memoria.

Lo recuerdo siempre caminando con una seguridad digna de una voluntad de hierro –estaba casi ciego- y siempre atento a todos. En el último tiempo la audición fue abandonándolo también. No obstante seguía. Era difícil imaginarse que ese hombre que caminaba por el barrio apenas veía, dudosamente escuchaba y más aún que seguía trabajando. Hasta hace unos meses estaba trabajando en una nueva publicación que aggiornase lo hasta ahora publicado en esa ciencia tan extraña para el común de la gente.

Esta foto es de noviembre del 2018. Llegué a casa y Cecilia me dijo: “José Bonaparte te estaba buscando”. Me había identificado “como el de la radio”, ya que en ese momento tenía un programa en La Tribuna y no caía de mi asombro. Primero que me ubicara, y más aún como un hombre de radio.

Hacía muchísimo calor. Me crucé y me recibió como si hubiéramos conversado a diario. Me contó una historia, la del “Tigre Dientes de Sable”, de cómo fue encontrado en nuestra localidad y cómo que fue ese esqueleto –desde ese momento magnífico para mí luego de todo lo que me enseñó- comenzó un tortuoso camino de oficinas y reclamos, en el que pese a participar las autoridades municipales y el Concejo Deliberante de ese entonces, no pudieron evitar su destino de estar en la UNLu y no en el amado Museo Ameghino de José y todos los mercedinos.

Pero lo que más rescaté de esa entrevista que tenía por objeto la confección de una nota –que fue dada por el siguiente programa de “Humanidades en Movimiento”- fue su integridad. Cuando le mostré la misma la aceptó de muy buen gusto. Salvo en un detalle. Creo que era frase que decía eso, que era un hombre íntegro.

Porque después de esa hora con él, me di cuenta que lo que más le indignaba, no era sólo el que se habían llevado el esqueleto del Smilodon. No era la forma absurda con se manejaron las cosas. Lo que le indignaba era que las conclusiones sacadas por la UNLu no tenían fundamento. José estaba asustadísimo que algo tan valioso encontrado en nuestra localidad y que debía enorgullecernos, sirva de apoyo a unos enunciados que para él no tenían sustento.

Esto es, ni más ni menos el amor a la verdad. Sin vanidad. Sin oropeles. Sólo porque corresponde. Lo que me decían mis maestros y que pasa muy de vez en cuando me estaba pasando ahí, delante de mí. Lo que hace únicamente un hombre íntegro. Un hombre de ciencia como José, que pasó por este mundo con el ansia de descubrir, simplemente para que los que venimos después podamos tener la oportunidad de saber más, cosa que ya de por sí no es poco.

La nota terminaba “…el saber verdadero, que sólo surge de hombres célebres como José Bonaparte, ciudadano ilustre de nuestra ciudad, a quien agradezco esa tardecita en donde supe lo bueno que es saber que siempre hay buenos hombres al acecho cuando la ignorancia pretende establecerse como verdad”.

Me acordé… me retó porque le puse “hombre célebre”, y me pidió que lo quitara.

Gracias por todo, José.

*Pablo Sana es Profesor de Historia y Ciencias Sociales, director de la Escuela Secundaria N° 12 y vecino de la calle 19 y 106.

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