Relatos propios para releer en tiempos de pandemia IV

Por Javier Moleres – Navegar el río Luján es una experiencia diferente a observarlo desde su ribera. Hoy compartimos un relato de un integrante de nuestra asociación, Javier Moleres, quien ha recorrido el río en varias oportunidades. Esta historia fue escrita en el año 2002, pero mantiene su vigencia. Les iremos compartiendo en varias entregas las anécdotas, para que puedan disfrutarlas en este período de cuarentena.

Por fin divisamos al  arroyo, famoso y nombrado por su  misteriosa historia. En el  Virreinato de Sobremonte y durante las invasiones inglesas, se encomendó al Sr. Achaval, un alto funcionario del Virrey, la misión de resguardar unas tinajas con tesoros, y éste  partió de inmediato, acompañado de un esclavo negro. Cumplida la tarea, el esclavo es muerto para eliminar testigos, y poco después el funcionario se enferma y muere, sin revelar su secreto. De allí el nombre de “Arroyo de Oro”.  

El viejo puente “Torres”, construido en madera camino a Goldney, también está a punto de caer por falta de mantenimiento. Se dice que un vecino de la zona, trabajó sin descanso para lograr su construcción, y lo triste que cuando lo consiguió fue el primero en cruzarlo… pero dentro de un ataúd. (1)

Pasamos varios “rápidos”, tramos donde la corriente se acelera y el agua se agita con tal fuerza, que pone en peligro la canoa y amenaza con volcarla… ¡muy malo para la cámara de video!. Desembarcamos en una isla para estirar las piernas. Tiene unos cincuenta metros de largo por diez de ancho. La supimos ver en mejores condiciones, hoy da lástima.

Todo lo que tira Mercedes está acumulado en ella, inclusive los aerosoles de espuma con que nos divertimos en carnaval, ¡tanto daño a la naturaleza, por unas horas de alegría!. Comemos algo, y partimos sin prisa. 

Un puente de cemento junto a los restos de otro de hierro (2), parecen simbolizar  pasado y presente, y anuncian que estamos en Olivera. Entrando a Jáuregui, el paisaje empieza a cambiar. Menos bolsas, menos basura, más aves como teros, horneros, carpinteros, benteveos, biguás, garzas y los simpáticos patitos, que nadan y vuelan manteniéndose siempre a seis metros delante de la canoa, como si les gustara acompañarnos.

De a ratos sale el sol, y grandes tortugas aprovechan un poco de calor, trepadas a los troncos caídos. Las nutrias son escasas, con seguridad debido a la intensa caza a que están sometidas. Se las mata por los dos pesos que pagan su piel. Lo que más llama la atención son las ardillas, con sus largas colas y sus ágiles saltos. Llegadas a la zona desde Europa como mascotas, se escaparon y se reprodujeron hasta considerarlas  algunos una “plaga”, ya que roen hasta los cables telefónicos. Pronto la costa se transforma en un inmenso parque, con grandes eucaliptos, magníficos sauces, álamos, pinos, palmeras y arbustos en flor, que brindan su inusual colorido. 

Nos acercamos a la orilla para observar de cerca, y el magnífico paisaje se completa con un lago artificial repleto de aves. Maravillados, interrogamos a un solitario pescador. Según dice, todo es obra de un empresario local, que con más visión y amor por la naturaleza que muchos políticos charlatanes, convirtió la zona en un verdadero paraíso. 

Notas:
1-A los pocos días de escrita esta nota (septiembre del 2002), el histórico  puente de madera de Goldney fue desarmado y se construyó uno de cemento.
2-El puente de hierro de Olivera guarda una parte importante de la historia argentina. El combate de Olivera ocurrió el 17 de junio de 1880. Fueron cerca de diez horas de enfrentamiento entre las fuerzas provinciales, conformada por 12 mil hombres de la milicia en la que pocos de ellos contaban con armamento, y las fuerzas nacionales, integradas por cuatro mil oficiales. El enfrentamiento dejó tres mil muertes. Allí se enfrentaron las fuerzas que respondían al presidente de la Nación Nicolás Avellaneda, contra las del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Tejedor por la tan ansiada Ciudad de Buenos Aires.
El puente permitía el paso de las tropas Nacionales del coronel Eduardo Racedo, que habían salido desde Campana y se dirigían a Mercedes. Las milicias del interior de la provincia era comandado por del coronel José Inocencio Arias que intentaba llevar la marcha hacia Buenos Aires. Hay una primera defensa del puente por parte de los provincianos que evitan que avancen los nacionales pero estos tenían algo muy importante que eran cañones (*)
(*) Fuente: https://ladransanchoweb.com.ar/  

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