Los nuevos desafíos del desarrollo sostenible post pandemia del Coronavirus

Por Cristián Frers* – Los desafíos de sostenibilidad a los que nos enfrentamos actualmente comparten con la COVID-19 características claves. Son crisis globales, que no respetan fronteras y requieren de la acción conjunta de individuos y países para hacerles frente con éxito. 

Si algo hemos aprendido del coronavirus fue valorar lo que importa: que las acciones individuales tienen peso y que la suma de muchas de ellas puede tener un impacto significativo en la comunidad. 

Con la vocación firme de producir una conciencia colectiva efectiva, debemos incorporar particularidades claves de la sustentabilidad en todos los niveles. Necesitamos integrar sus aspectos económicos, sociales y ambientales y reconocer los vínculos que existen entre ellos. 

Más que de un reto económico, la aplicación de esta idea al modelo de consumo requiere cambios en el patrón de comportamiento de los individuos y la conceptualización de los procesos. La economía circular, en conjunto con la economía del donut, promueven un esquema de consumo responsable, basado en el uso y la reproducción de productos reintegrables en ciclos naturales. 

Vemos cómo se va debilitando un modelo económico que arrastramos ya desde la revolución industrial. Hasta ahora, la obsesión fue alcanzar la máxima productividad, sin tener en cuenta otros factores como la escasez de los recursos o el impacto ambiental. 

En este contexto, las empresas y gobiernos se enfrentan a un desafío nuevo, cada vez más urgente para su identidad y su capacidad a fin de conectar con los socios, el talento, los consumidores, los organismos reguladores y los inversores de manera duradera y coherente. 

El paradigma actual del modelo económico lineal podría estar a punto de morir para dar paso a un nuevo modelo circular, con el objetivo de aumentar la eficiencia de los ya escasos recursos disponibles. 

Tomando como ejemplo el modelo cíclico de la naturaleza, la economía donutse presenta como unsistema de aprovechar los recursos, donde prima la reducción de los elementos: minimizar la producción al mínimo indispensable y, cuando sea necesario, hacer uso del producto, apostar por la reutilización de los elementos, que por sus propiedades no pueden volver al medio ambiente. 

Es decir, la economía circular aboga por utilizar la mayor parte de materiales biodegradables posibles en la fabricación de bienes de consumo –nutrientes biológicos- para que éstos puedan volver a la naturaleza, sin causar daños medioambientales, al agotar su vida útil. En los casos de no ser posible, utilizar materiales eco-friendly –nutrientes técnicos, como componentes electrónicos, metálicos o baterías: el objetivo será facilitar un desacople sencillo, con el fin de darle una nueva vida incorporándolo al ciclo de producción para componer una nueva pieza. Cuando no sea posible, se reciclará de una manera respetuosa con el ambiente. 

A diferencia de otros modelos, donde prima el aspecto financiero por encima del medioambiente,la economía circular supone una sustancial mejora común, tanto para las empresas como para los consumidores.Las empresas que pusieron en práctica este sistema comprobaron que reutilizar los recursos resulta mucho más rentable que crearlos desde cero. Como consecuencia, los precios de producción se reducen, de manera que el precio de venta también se abarata, beneficiando así al consumidor; no sólo en lo económico, sino también en lo social y ambiental. 

La clave para resolver el conflicto actual de crecimiento infinito radica en las acciones de las empresas. Los mercados financieros siguen moviéndose en base a su beneficio: el impacto sobre el medio ambiente y humano queda fuera de la ecuación, con un peso residual. 

Desde la economía del donut se plantea que debemos pensar que vivimos en un sistema complejo y dinámico. Por lo mismo, debemos cambiar nuestra visión tradicional sobre los modelos económico, pues el donut representa un modelo respetuoso con los derechos del hombre y su ambiente. Este sistema es definido como un compás radicalmente nuevo para guiar a los hombres en este siglo, estableciendo dos límites fundamentales. El agujero circular representa la carencia de bienes básicos, que sufren muchas personas. Su cobertura debería convertirse en la prioridad primordial: agua, alimento, salud, educación, renta y trabajo, paz y justicia, participación política, igualdad de género: ningún ser humano debería verse obligado a vivir en condiciones inferiores, pues es la columna vertebral de los objetivos de su evolución.  

El círculo exterior supone el límite que los propios recursos del entorno establecen para el hombre : reducción de la capa de ozono, cambio climático, acidificación de los océanos, biodiversidad. Nueve procesos en donde nos acercamos a puntos de no retorno, de consecuencias imprevisibles. 

En lugar de centrarse principalmente en los ingresos, los economistas del siglo XXI deberán encontrar la forma de redistribuir también las fuentes, en especial la riqueza que surge del control de la tierra y los recursos, del control de dinero, la propiedad de las empresas, la tecnología y el conocimiento. En lugar de dirigirse únicamente al mercado y al estado para encontrar soluciones, deberían aprovechar el poder de los bienes comunes para que esto suceda.  

En Argentina se tomarán estos modelos con cierta seriedad, cuando comiencen a responder estas preguntas: ¿Cómo se puede distribuir de modo más equitativo el valor natural de la Tierra? ¿Mediante una reforma agraria, impuestos sobre el valor de la tierra, la recuperación de la tierra como un bien común? ¿Y cómo se podría  comprender  que la atmósfera y los océanos son bienes comunes mundiales, distribuyendo mejor sus beneficios para todos iguales. 

El cambio hacia un futuro mejor empieza con cada uno de nosotros. De forma individual, contribuimos a la acción colectiva. 

*Cristián Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista). 

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