90 años de El Oeste: «La libertad de expresión y los medios independientes»

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Daniel Bustos Berrondo //

Como ya ha quedado reflejado, a lo largo de estos noventa años ininterrumpidos de comunicación con nuestros lectores, el lema que allá por el año 1924 el joven Director de El Oeste colocaba debajo de las letras de molde que identificaban a este Diario: “Hacer un diario del pueblo y para el pueblo, ha sido la aspiración que constantemente guió nuestro paso”, lema que aún hoy, y a lo largo de tres generaciones seguimos manteniendo y sobre todo respetando.

Por estos años, mucho se ha hablado de la libertad de expresión, asociándola muchas veces con la libertad de empresa. En nuestro caso, en realidad no es así, la libertad de expresión, a nuestro entender es la de dar un espacio libre de expresión para que todo el pueblo se pueda pronunciar. Ello ha sido corroborado por todos quienes de una u otra manera han querido transmitir algo a través de nuestras páginas. Ello lo saben los vecinos, los lectores, los partidos políticos, las sociedades de fomento, en fin toda una sociedad lo sabe y lo corrobora desde hace noventa años y estamos convencidos además que es por esta libertad de expresión que también somos respetados por la sociedad.

A lo largo de estos años han transcurrido muchísimos gobiernos de variados signos políticos y también dictaduras aberrantes. El Oeste, a pesar de persecuciones y de atentados ha seguido con su constante de informar la verdad, por respeto a nuestros principios y sobre todo a nuestros lectores.

Atilio Centeno escribiendo en la linotipio año 1959
Atilio Centeno escribiendo en la linotipio año 1959

Muchas veces los diversos gobiernos de turno intentaban practicar la censura, otras mediante atentados (casi siempre pequeños, pero que evitaban que alguna edición saliera a la calle) y otras mediante “aprietes” en la pauta oficial publicitaria. No obstante esto, El OESTE, siempre siguió informando la verdad de cuanto aconteciere.

Como ejemplo de lo antes dicho, y para utilizar sólo uno, en los años de plomo, allá por el mes de julio del año 1976 en la Parroquia de Belgrano un grupo de paramilitares asesinaba a tres sacerdotes Palotinos y a dos seminaristas de esa misma congregación. Las noticias eran escasas en casi todos los medios del país, mientras que desde estas páginas se publicaba una nota editorial el día posterior el entierro de los tres Palotinos en nuestra ciudad que impactaba no sólo en nuestra ciudad sino que también llegó a circular portada la zona, e inclusive nos llegaron palabras de elogio desde la misma Irlanda.

Al respecto, en la columna “Temas del día” se editorializaba bajo el título “Cada palada fue una lección”, donde textualmente decía: Cuando la violencia, aunque no se haya registrado físicamente en nuestro pueblo, se siente de lleno en las calles de la ciudad, en el cementerio del pueblo tantas veces dolorosamente recorridos, en el seno de las familias, en el cuerpo de hombres que conocimos, apreciamos o admiramos, esta lacerante realidad que estamos viviendo se sufre con mayor intensidad. Y en esta intensidad, el espíritu se prepara como para entender con mas cercanía, con mas humanidad, acaso con mayor profundidad el momento que nos toca vivir. Nuestro país está envuelto con el signo de la violencia. Cada día al abrir el diario con el que marcamos el escalón de nuestro amanecer ciudadano, nos enteramos de secuestros, asesinatos, explosiones, ataques. Este sistemático amanecer. Leyendo noticias de distintos puntos del país, con nombres que nos son extraños, nos van produciendo una especie de acostumbramiento similar al de las drogas.¿En qué momento un drogadicto llega a sentirse drogadicto? Sacudiéndonos la realidad pensamos que paises que hace añños nos dolían por sus asesinatos intestinos –Guatemala en un momento, Irlanda después-, han sido superados por nuestra realidad argentina. La empresa fabulosa que protagonizó San Martín al salir de Mendoza y liberar Chile y Perú y por consecuencia a su Patria cruzando la Cordillera de los Andes, en una hazaña que hasta hoy se considera como tal desde un punto de vista militar, no llegó a costar tantas vidas como las que ha costado la lucha contra la guerrilla argentina.

Un colaborador de este diario manifestaba ayer que a esta altura de las circunstancias no vale preguntarse por qué ni para qué mataron a los cinco religiosos palotinos. La pregunta, que seguramente se la tendrán que hacer los investigadores policiales no vale la pena para éste analisis. Pretendemos ir más a lo hondo. Somos, no todos pero somos, sectarios. Pensamos en blanco y en negro. Es decir que lo que algunos argentinos sentimos como la verdad, nos hace creer que los que no están de acuerdo son traidores. Viejos enfrentamientos nos enseñaron eso, nos estereotiparon esa idea: Moreno o Saavedra, Rosas o Sarmiento, religión o laicismo, liberales o marxistas. Pongámonos la mano en el pecho. Todos tenemos la culpa. Hemos oído decir a gente de profundas convicciones religiosas que al Che Guevara había que matarlo como una alimaña. Hemos escuchado a esa misma gente lamentar la muerte del Padre Mugica, Hemos escuchado quienes celebraron o justificaron el asesinato del General Aramburu. Un periodista o un dirigente obrero asesinados, estaban bien muertos, según los opinantes y de acuerdo a sus respectivas posiciones. Cuando uno siente la muerte en sus calles, en las callejuelas de su cementerio, tantas veces recorridas; cuando se siente formando parte de un drama nacional, solamente cabe una palabra: ¡BASTA! De una y otra parte. Somos un ser argentino. Queremos ser una Patria. Para hacer una Patria tenemos que ser hermanos, aunque discrepemos. Aún por encima del gobierno o de los que nos gobiernan. Esta es una apelación sencilla y local, proclamada desde un diario de pueblo. Desde esta columna que nació con el espiritú de EL OESTE, la proclamamos modestamente, profundamente conmovidos cuando a tres sacerdotes ligados a nuestro pueblo los enterraron sus hermanos y sus parientes. “Prefiero ser la madre de uno de los sacerdotes muertos a ser la madre de uno de los homicidas”, ha dicho una admirable anciana mercedina al saber que uno de sus hijos había sido asesinado alevosamente. Y antes de esta reflexión dijo la madre: “Bendita sea la voluntad de Dios”. Una oración para los homicidas fue rezada con unción en las exequias. En el sepelio, fieles que sacan las palas a los sepultureros y entierran a sus muertos. Ni una imprecación, ni una amenaza, ni una queja. Solamente lágrimas. Cuando los descendientes de los Irlandeses _gauchos rubios, materos pecosos-, enterraban pala en mano a sus muertos, nos pareció que nos estaban enseñando a sepultar, a enterrar todos los motivos de agravio, de resentimiento, de odio. Cada palada nos estaba dando una lección.”.

Transcripto este editorial del día 9 de julio de 1976, en pleno auge de la feroz dictadura militar que se desató en nuestro país, por aquellas épocas, cabe sencillamente hacer una reflexión acerca de los principios de este diario y su entender acerca de la libertad de expresión. Estos 90 años de historia nos hacen entender que debemos seguir totalmente fieles a nuestros principios, esto es expresar nuestras opiniones cuando sea necesario y también expresar las opiniones de los que no piensan como nosotros. En eso sentimos la libertad de expresión y cada día nos exigimos seguirla manteniendo aún a costa de algunos sinsabores económicos, con los que muchas veces se paga esta libertad.

 

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