
En un asunto que es clave el comportamiento de cada uno, desde la Secretaría de Seguridad, y con el apoyo de expertos en explosivos provenientes de Luján, se procedió a la clausura de dos comercios que vendían pirotecnia sonora. Esta actividad está prohibida en la ciudad, normativa que los infractores conocían plenamente. En este contexto, también entra en juego la falta de empatía y consideración, a sabiendas del daño que estos artefactos producen en personas con discapacidad, veteranos de guerra, animales y adultos mayores.
Si bien desde la Secretaría de Seguridad no hubo ninguna manifestación oficial, se supo a través de testigos que uno de los comerciantes intentó huir con la mercadería en una camioneta. Esta acción generó lo que se tipifica como “resistencia a la autoridad” ante la División de Explosivos de la Policía Comunal. El incidente tuvo lugar en pleno radio céntrico de la ciudad.
El otro caso involucró a una heladería ubicada en las calles 57 y 10. El local, excediendo su rubro comercial y careciendo de cualquier habilitación al respecto, también vendía pirotecnia sonora. Testigos de la zona expresaron que las ventas eran incluso promocionadas en redes sociales, ignorando el posible daño a los vecinos.
Un dato relevante es que cada comercio está al tanto de las normativas vigentes y de las campañas institucionales sobre el impacto negativo de estos productos. Sin embargo, el afán de lucro parece superar cualquier sentimiento de empatía hacia quienes padecen estas explosiones; una problemática que, claramente, requiere un fuerte compromiso social para ser desterrada.