Respeto por un apasionado de la vida rural: Entrevista a Oscar Dinova

Por Esteban «El Colorado» López – A Oscar Dinova (66) la vida misma lo llevó a apasionarse como docente e historiador del sistema educativo de las escuelas rurales de alternancia, un sistema educativo de origen francés, desarrollado en gran parte de nuestro país. Es la última de sus vidas vividas. Y parece que,  de tanta pasión, será la definitiva.

Oscar es oriundo de la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos, donde ha vuelto a vivir luego de siete años de exilio en París cuando era joven, en otra de sus vidas. En sus años de facultad en la ciudad de La Plata comenzó a militar en política y esa fue la razón de su repentino exilio a Francia. Allí se recibió de profesor de historia y cuando se pudo decidió regresar a la Argentina.

Curiosamente, Oscar no conoció en Francia el sistema educativo de alternancia, ya que pasó todo su tiempo en París y no en las zonas rurales de aquel país. Cuando regresó no pudo revalidar su título de Licenciado en Historia para ejercer la docencia. Realizó entonces diversos trabajos a desgano hasta que de repente halló una solicitud de docentes para una escuela rural de alternancia Cept (Centro Educativo para la Producción Total) Nº 2 en San Andrés de Giles, muy cerca de Mercedes. A los dos meses ya estaba trabajando en ella y lo hizo durante 25 años. Allí descubrió lo que eran las escuelas de alternancia.

Mirá la entrevista completa:

-¿Oscar, por qué te apasiona tanto este sistema educativo?

-Porque este sistema me rescató. Yo en 1985 volvía del exilio de Francia, donde no conocí el sistema de alternancia que había nacido en 1935, en un pueblito al sudoeste de aquel país, de manos de un cura, Pierre Joseph Granereau. Un apasionado y loco que se enfrentó con los poderes establecidos de la época, con una educación muy conservadora, cuando aún no había ocurrido la segunda guerra mundial.

-Era un rockero de esa época, un cabeza dura.

-Yo siempre les digo a los jóvenes, que a veces a los 18 años se encuentran abatidos, que él esperó 50 años para encontrar la oportunidad de lanzar este proyecto que maduró por tantos años.

-¿Por qué se llama alternancia? Porque alternás entre la escuela y tu hogar, tu vida familiar. Es un modo de educar distinto, en los tiempos y en las formas.

-Sí, es importante que te cuente cómo nació: este sacerdote era párroco de una comarca bastante pobre, de campesinos especialistas en cultivar ciruelas. Un día de 1935, un chico de 12 años, llamado Yves Peyrat, le dijo a su padre que no quería ir más a la escuela de la ciudad porque allí no aprendía las labores del campo que él necesitaba saber para su vida de campesino. Su papá lo fue a ver al cura y éste vio en ese instante la oportunidad de crear algo diferente. El sacerdote empezó a darles clases en la iglesia a 4 alumnos. Pero al poco tiempo sus padres le fueron a hacer un reclamo: que por ir a las clases, los chicos dejaban de ayudar a sus padres, ya que éstos necesitaban su ayuda en las tareas del campo. Entonces el padre Pierre les propuso un sistema educativo partido en dos, mitad en la escuela y mitad en el campo con sus familias, pero intercomunicados.

-El concepto es hermoso porque finalmente el alumno no queda ni copado por el trabajo rural y analfabeto, ni copado por una currícula aburrida que nada tiene que ver con lo rural.

-Exactamente. Y le sumó lo que sería una segunda columna vertebral que le da la magia: la convivencia de los jóvenes con sus docentes durante una semana por mes, quedándose a dormir en la escuela, que luego pasó a ser cada dos semanas. Lo convirtió en un hogar educativo, compartiendo alegrías, tristezas, las diversiones, todo.

-Nunca mejor dicho, cuando se dice que la escuela es el segundo hogar.

-Y de autogestionar la escuela, porque el pibe de campo no tiene empacho en realizar la limpieza, calefaccionar, cocinar, de modo que a la escuela la hace bien suya.

-¿Y cómo llega, de la campiña francesa, a la Argentina, es un modelo de exportación que va creciendo?

-Mirá, nació en 1935, en una capilla. En 1937 pasa a una casa, comprada por los padres. Aún no habían atravesado la guerra mundial. En 1960 ya tenían 300 centros en Francia. Se empezó a conocer en resto del mundo. Y resulta que en 1968, surgió la misma necesidad en un pueblito del norte de Santa Fe, de resolver esa escisión que sufrían los chicos del campo en la educación. Un hombre viajó a Francia a conocer la educación en alternancia y luego vino un francés, que había estado en Angola, para asesorarlos por seis meses y se quedó para siempre. Fue enterrado en Reconquista.

-Este modelo no está en toda la Argentina. ¿El Estado se apoderó de este modelo?

-Este proyecto tiene un fuerte apoyo estatal pero no está en todo el país. Está sobre todo, en provincia de Santa Fe, en Misiones y 37 centros en la provincia de Buenos Aires.

-Pero debería haber ya una por partido. 

-Y sí, en Traslasierra, en Cuyo, Alto Valle de Río Negro, Tucumán, Salta, etc.

-¿Y por qué habría que entrar en tanto gasto y esfuerzo, si los chicos prefieren irse a la ciudad?

-Es una cuestión dialéctica. Si uno no les ofrece una alternativa de calidad, profunda, humanista, democrática, tolerante, que los deje permanecer con su familia, sus vecinos, sus amigos, su comunidad, mejorar su producción, unirse con otros, claro que se van a tener que ir a la ciudad. Y la parte cultural y humana de este modelo es excelente.

-¿Es lo que te gustaría que suceda? Que hubiese un montón de escuelas de alternancia porque son la posibilidad de los chicos para aferrarse a los territorios y desarrollarse dentro de su ámbito. ¿Pero es efectivo, el modelo?

-Yo primero lo rescato como estructura de sociedad, que toma y considera al ciudadano. Pero no es 100% efectiva porque no todos los jóvenes se quedan en el campo.

-Es que acá peléas contra la corriente. En Francia tienen subsidios, una política agrícola, etc.

-Pero el que se va, lo hace con el orgullo de haber tenido una formación de calidad como en cualquier otro lugar de la Argentina. Yo hasta les daba muy buen cine. Les pasaba “Tiempos modernos” de Chaplin. Lo único que deseo es que se continúen, multipliquen y profundicen las escuelas de alternancia, en un galpón de una cooperativa que no se use, o en una estación de tren desafectada, porque parece que lo que se hizo hasta hoy es gigantesco, pero lo que falta, es mucho más gigantesco. El ejemplo de aquella semilla con aquel niño en el sur de Francia, que llegó a ser semejante árbol con sus ramas-escuelas por todo el mundo, demuestra que “no hay pequeño que no pueda ser gigante”.

Fuente: Bichos De Campo

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