El llanto internacional por un tipo mágico

GabrielGarcíaMárquez

Por Luciano Demergasso //

Un hombre que salió de la pobreza más extrema logró embellecer las almas de miles de millones de personas. Un Ser que en su infancia debió pedir un gato prestado para espantar los ratones que no lo dejaban dormir o que se negaba a pagar a una mujer por una noche de amor ya que sostenía el placer era mutuo, por lo tanto, los costos repartidos. Su brillantez lo hizo destacar a cada paso. Respetado por sus colegas en los diarios en que trabajó y admirado por otros autores cuando sus libros eran bets seller “naturales”. Se relacionó con las más altas figuras del mundo, desde grandes escritores como nuestro Cortázar a políticos como Bill Clinton y Fidel Castro. Fue un diplomático sin cargo. Manejó información de inteligencia internacional como cuando intercedía entre Cuba y los Estados Unidos o entre Colombia y Venezuela.

Sus obras se tradujeron a casi todos los idiomas. En 1982 fue desde Latinoamérica un premio nobel lúcido, sagaz y comprometido. Siempre tomó posición política. No le temblaba el pulso para opinar, criticar o apoyar. Hace ya varios años había dejado de escribir. Siempre desde una mirada latinoamericanista conmovedora, comprendiendo que el hombre es universal y que “nada humano me es ajeno”. Cien años de Soledad, El Amor en los tiempos del Cólera, El otoño del patriarca cambiaron muchas formas de leer literatura. Influenció. Conmovió. Nos llenó de horas felices. Nos hizo tener sed y salir a constatar que nuestras canillas dieran agua al leer “Relato de un náufrago”. Nos hizo sentir las ganas de correr y avisarle a Santiago Nassar que venían por él para vengar el honor de Ángela Vicario. Nos convenció de que el amor eterno es viable aun estando con más de 600 mujeres, como lo estuvo Florentino Ariza y que las abuelas son un faro matriarcal en las vidas de los pueblos, las verdaderas guías de las estirpes.

La magia no era una creación metafísica. Nos describió en “Vivir para contarla” cómo los fantasmas de las historias de su abuela en Aracataca le dieron miles de páginas de escritura y como el realismo mágico es mágico porque fue real. Fue la magia material que en la Colombia de principios del siglo XX aún se vivía. Nos dejó en claro de qué lado de la vida estaba. Bastó un pequeño relato de la United Fuits para entender que él siempre estaría del lado correcto, del hombre, del trabajador explotado, como lo estuvo con Cuba, con la paz en América, contra las drogas, en favor del cine, del periodismo y de la distribución cultural.

Sus personajes nos influenciaron. Su letra nos influenció. Mi hijo Aureliano se llama así porque “Cien Años de Soledad” empieza narrando la historia de un hombre justo, valiente y humano llamado Aureliano Buendía. No fuimos los únicos. Miles de padres alrededor del mundo llamaron a sus hijos Fermina, Santiago, Florentino, Aureliano, gracias a su hechizo.

Que se muera la muerte, como dijo otro hombre creativo. Hombres como Gabriel García Márquez, que dieron tanto por la cultura y, más importante, para la vida del hombre libre a nivel planetario, no deberían irse nunca. Cierto es que nos dejó una vastísima y rica obra, pero, no nos alcanza. Los Gabo Márquez deberían ser inmortales.

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