«Una versión excepcional de la 9° sinfonía “Coral” de Beethoven

Por Susana Spano / El pasado 15 de septiembre, el Centro de Egresados del Colegio Nacional y la Municipalidad de Mercedes auspiciaron la llegada de la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Polifónico Nacional a nuestra ciudad. En el Centro Cultural Teatro Argentino Int. Dr “Julio C. Gioscio” ejecutaron la Sinfonía Nro. 9  en Re Menor  – “CORAL” –  Op. 125 de Ludwig Van Beethoven.

Ludwig Van Beethoven: “Oh vosotros, hombres que me mirais y me juzgais huraño, loco o misántropo, ¡cuan injustos habeis sido conmigo!”

Así comienza una de las cartas más desgarradoras escritas por un hombre que vivió una vida tortuosa y por momentos miserable pero que, curiosamente, entregó a la humanidad la música más sublime jamás escrita.

El 6 de octubre de 1802, a los 32 años, acosado por su creciente sordera Ludwig Van Beethoven, escribe a sus hermanos Kaspar y Nikolaus relatando la desesperación que lo invade por su creciente sordera y sus deseos de sobreponerse a sus achaques físicos y emocionales para completar su destino artístico. Beethoven guardó el documento escondido entre sus papeles privados durante el resto de su vida y probablemente nunca se lo mostró a nadie. Fue descubierto en marzo de 1827, después de la muerte del compositor por Anton Félix Schindler y Stephan von Breuning, quienes lo publicaron en octubre de ese mismo año y se conoce como  El Testamento de Heiligenstadt

Por lo que dicen sus notas y cuentan sus contemporáneos, Beethoven no fue un hombre feliz.

Su carácter difícil fue forjado en su infancia por un padre alcohólico y cruel que pretendía hacer de él un niño prodigio, como Mozart. Sin embargo, en todo momento mostró su voluntad de obrar rectamente y con notable valor contra la adversidad, haciendo frente con energía a  todas las dificultades.

La obra.

Entre 1800  y 1813 Beethoven compuso siete sinfonías, escribiendo solo una en los años siguientes: La Novena Sinfonía, en Re menor, Op. 125, denominada “Sinfonía Coral”, basada en la “Oda a la Alegría” de Schiller y concluida en 1824.

El hombre que la escribió  estaba completamente sordo. Nunca más oiría una nota, sin embargo la música estaba en su cabeza y continuó creando sin descanso, con pasión, en una entrega total.

No se sabe si Beethoven pensó desde el principio  terminar la sinfonía con un himno coral; un borrador de un final puramente instrumental, que debe datar de finales de julio de 1824, se encontró entre sus notas. Su idea de utilizar la Oda a la Alegría como final se debió probablemente a la historia de ésta, que había sido escrita  en 1765  poco antes de la Revolución Francesa, titulándose en un principio “An die Freiheit” (A la Libertad), La palabra “freiheit”  tuvo que ser sustituida por “freude” (alegría), pero Beethoven, como otros muchos, estaba enterado de ese cambio, motivado por razones políticas y debía sentir gran satisfacción de poder cantar abiertamente a la libertad, a pesar de la censura.

La obra exigía una orquesta mayor de las que solían emplearse en aquel tiempo. El compositor requería, por ejemplo, cuarenta y seis instrumentistas de cuerda. También necesitaba un coro muy nutrido considerando las naturales limitaciones de la voz humana; sin embargo Beethoven escribió para el coro y los solistas prácticamente lo mismo que si fueran instrumentos. Es por esta razón, que el último tiempo de la Sinfonía  Coral es considerado como uno de los pasajes más difíciles que existen para los cantantes.

La Novena Sinfonía es la clave de todo el complejo de sus obras sinfónicas y, al mismo tiempo, la apoteosis que la sintetiza. Todos los temas fundamentales de las grandes sinfonías dramáticas aparecen armonizadas en “La Novena”: el heroísmo de la Tercera, el fatalismo de la Quinta, y la exaltación vital de la Séptima. Ninguno de sus trabajos anteriores había atrapado a Beethoven como la Novena – los esbozos para esta gigantesca obra se remontan a 1815 – y solo cuando los tres primeros movimientos estuvieron compuestos, se decidió a insertar  una parte del himno en el final de la sinfonía, volcando en ella, mediante la inclusión de las voces humanas, la alegría de vivir y la afirmación de los valores de la vida en una expresión arrolladora y sublime, queriendo reafirmar, tal vez, uno de los párrafos del  Testamento de Heiligenstadt.

¡Oh! Quisiera abrazar al mundo (…)

¡Oh! Es tan bello vivir  miles de veces la vida”

 

La Interpretación

La  versión que brindó la Orquesta Sinfónica Nacional, mostró un manejo técnico e interpretativo excelente, a través de la acertada dirección del maestro Mariano

Chiacchiarini que, con extraordinaria solvencia, desarrolló cada uno de los movimientos:

1.- En el  “Allegro, ma non tropo, un poco maestoso”  marcó acertadamente el pianissimo sobre la cuerda y las trompas; desgranando a continuación pequeñas frases descendentes que surgieron como de una nada vacía para ganar fuerza hasta el potente tema principal que aparece como un desgarro de las tinieblas.

Supo respetar, además, el aliento épico y la intensidad dramática del movimiento. Estupendo fue el pasaje en el que el timbal redobla frenéticamente, a través de treinta y ocho compases, semejando una tempestad para concluir con el tema principal en un atronador unísono.

2.- “Molto vivace.”

Podemos decir que éste es el único scherzo de todas las sinfonías de Beethoven situado en segundo lugar, ya que en las demás constituye el tercer movimiento.

El maestro Chiacchiarini marcó perfectamente los ritmos del tema principal que está trabajado en la obra como una fuga.

Importante fue, además,  la marcación de la entrada del timbal en su alternancia con la orquesta.

3.- “Adagio Molto  e cantabile”.

Es considerado uno de los más bellos escritos por Beethoven y  fue abordado por el director con la musicalidad expresiva que requiere un matiz cuasi religioso que flota hacia el infinito. Por un momento pareció como si la música borrase las ideas del tiempo y el espacio y nos diera una visión de la eternidad.

4.- “Presto”

En este movimiento el tempo cambia frecuentemente y la atmosfera pacífica queda destruida. Las disonancias del breve y violento presto inicial quedan rotas. A través de la sabia dirección del maestro Chiacchiarini, comenzaron a esbozarse los majestuosos recitativos  de contrabajos y violoncelos, introductorios del tema principal.

La atmósfera de excitación fue interrumpida  siempre por los contrabajos, hasta que la madera inicia una nueva melodía  mayestática.

El tema de la alegría pasa posteriormente al bajo – Guillermo Gutkin  que realiza un contrapunto con el coro – Coro Polifónico Nacional: Director Ariel Alonso –  y al cuarteto solista: Mónica Ferracani – Soprano – Laura Domínguez – Mezzosoprano. González Dorrego – Tenor –

La segunda parte del final coral estalla en un andante maestoso, con el tenor y el bajo en un poderoso unísono. Las voces masculinas se unifican en una magnífica doble fuga – que puso de manifiesto el extraordinario dominio técnico de ambos cantantes.

El movimiento adquiere gradualmente la llegada al jubiloso prestísimo final.

El Coro Polifónico Nacional, dirigido por el maestro Ariel Alonso, mostró una perfecta combinación  y  ensamble de voces que supo sortear todos los escollos de una obra tan compleja como la Sinfonía Coral. Fue una “orquesta“ dentro de la orquesta, alcanzando sonoridades y matices extraordinarios.

Mónica Ferracani posee una voz de vigor, ductilidad y extensión excepcionales que le permitieron un amplio lucimiento en la obra

Muy acertado también el trabajo de Laura Domínguez

El maestro  Mariano Chiacchiarini supo captar la esencia  del pensamiento de Beethoven transmitiendo su pasión.

Fue excelente el seguimiento de cada instrumento en el fraseo requerido por la obra,  así como el extraordinario sentido rítmico que imprimió a cada movimiento,. especialmente al último.

En cuanto al plano interpretativo, transmitió el dolor, la oscuridad, la ira, la belleza, el éxtasis y la alegría final que encierra la obra., metiéndose de lleno en cada intersticio de la Sinfonía, dirigiéndola con cada fibra de su cuerpo, vibrando y haciendo vibrar a los presentes.

 

Beethoven escribió:

“La música es una manifestación más alta que toda sabiduría y que toda filosofía. Quien está en condiciones de entender mi música, debe liberarse de todas las miserias en que se arrastran los otros”

A través de la magnífica interpretación de la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Polifónico Nacional, dirigida por los maestros Chiacchiarini  y   Alonso, respectivamente, quienes tuvimos el privilegio de escuchar este monumento, que Beethoven legó a la humanidad, nos elevamos sobre nuestra cotidianeidad e hicimos nuestras sus palabras……

“A través del sufrimiento se llega a la alegría”

 

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