24 de marzo de 1976

Por Oscar Albini / El 18 de diciembre de 1975 se rebeló el Brigadier Capellini. Era un ensayo del golpe que se avecinaba. El desgobierno de la señora de perón, los intereses económicos internos y externos encargándose de crear las condiciones para interrumpir el orden constitucional que nunca les interesó, la ambición de amplios sectores de las fuerzas armadas de dirigir los destinos del país considerándose salvadores de la patria, la violencia de quienes habían optado por la lucha armada como forma de imponer sus ideas, la represión ejercida por la mafia de las tres a con el apoyo del estado, los medios de prensa pregonando los beneficios de la «mano dura», el lamentable deseo de la mayoría de la opinión pública para que los militares tomaran el poder, todo eso y otros factores crearon el clima.

 

Hubo una voz pregonando en el desierto. Ricardo Balbín había conseguido por intermedio del doctor Luder, momentáneamente a cargo de la presidencia,  que se adelantaran las elecciones de 1977 a noviembre de 1976. El 16 de marzo habló al país por cadena nacional y pidió «unión de los argentinos para el futuro de los argentinos», porque como dijera Almafuerte, «todos los incurables tienen cura cinco minutos antes de la muerte».

 

No fue escuchada la vos de la UCR y de otros sectores que trataban de evitar la inminente caída de la legalidad. Y vino lo peor. La dictadura más sangrienta de la historia. Miles de muertos y desaparecidos, muchos de ellos mercedinos, parte de la opinión pública apoyando la dictadura a través de las fatídicas frases «algo habrán hecho» o «en algo andarían» cuando tomaban conocimiento de esos hechos, la matriz económica destruida, el salario de los trabajadores rebajado a su mínima expresión, el poder financiero celebrando mientras se arrasaban las fuentes de trabajo.

 

La violencia encaramada como único medio para mantenerse en el poder, supuestamente por largo tiempo, o como único camino para conquistar el poder. Pero los gobernantes se equivocaron. El pueblo reaccionó. Sus ideales estaban aletargados pero no perdidos. Un líder, Raúl Alfonsín, recitando el preámbulo de la constitución nacional, los despertó y el 30 de octubre de 1983 se acabaron las dictaduras parea siempre… porque nunca más.

 

Comité de Distrito de Mercedes de la Unión Cívica Radical

COMENTARIOS

Comentarios

Comentar noticia